Solsticio de Verano-La Histora oculta de Piriápolis.
Primera Edición- diciembre de 2002
Yaraví Roig te invita a leer el primer capítulo:
PROLOGO
"Dentro de la escala cósmica,toda
la física moderna demuestra que sólo
lo fantástico tiene posibilidad de
ser verdadero"
Teilhart de Chardin
Nadie puede creer que Piriápolis sea una ciudad de fantasmas, pero lo es.
Transitan por sus calles como cualquier vecino. Descienden brillantes y resplandecientes por las laderas de los cerros, se esconden detrás de los peñascos jugando a las escondidas y haciendo guiños multicolores en lo profundo del bosque o a la orilla del mar confunden a quien se atreva a reconocerlos.
Nuestros fantasmas no son como los de las películas, o los cuentos de horror. No son trozos de sábanas con rostro, no aúllan, ni emiten ruidos de cadenas.
¡No! Nada de eso, a los que nos tiene acostumbrados la literatura o el cine fantástico.
¿O fantasmagórico?
Los de aquí son multicolores, brillantes, alegres, juguetones, chispeantes, cascabeleantes y hasta musicales.
Los he visto hacerse guiños de luces policromas desde la cima de un cerro a otro durante el día, o en forma de tenues resplandores durante la noche; como si quisieran comunicarse un mensaje en un código extraterreno, del cual los simples e inocentes mortales que residen en el valle ni siquiera son capaces de sospechar.
Darwin, el maestro del Evolucionismo, los vio y se impactó con ellos; cuando en su famoso viaje al sur de América del Sur en busca del eslabón perdido, pasó por las costas de Piriápolis.
Claro que en ese entonces no existía la ciudad con su nombre tan grecorromano, los cerros eran vírgenes florestas y el puerto no era más que una ensenada natural que daba cobijo y protección a los barcos que escasamente acertaban pasar por aquí. Generalmente ingleses que venían a proveerse ilícitamente de carne vacuna tan abundante en nuestras costas, y que le dieron su nombre al cerro cuya belleza fascinó
A Darwin.
Hechizado por la fascinación del Cerro del Inglés, (hoy San Antonio), el biólogo escribió en su bitácora: "Aquel cerro que emergía del mar, durante la noche emitía sombras luminosas que se comunicaban con otras similares en los demás cerros de la cadena que bordea la costa", bailando una fantasmal danza que al científico impresionó en gran manera.
A veces se van a la playa, (o tal vez residan en las aguas) y allí se enredan en los rompientes de las olas, jugando como niños mientras se tiran con proyectiles de espuma
Se divierten con los bañistas haciéndoles cosquillas en las piernas, tironeándoles sus ropas, o sacudiéndoles violentamente sus tablas de surfing.
Muchas veces han llevado sus bromas demasiado lejos, siendo muchas las historias de quienes bañándose muy cerca de la orilla han sido arrastrados hasta el fondo por una fuerza superior, encontrando la muerte en apenas un metro o menos de profundidad.
Quienes los conocen de cerca son los pescadores...
Los duendes se embarcan con ellos en sus débiles chalanas, haciéndoles todo tipo de travesuras: les enredan sus aparejos, desatan los anzuelos, les cortan las redes. A veces les susurran canciones envueltas en el viento, o les bendicen la pesca con abundancia inusual.
Otras veces desatan sobre ellos tormentas imprevistas, haciéndoles zozobrar en un mar calmo.
O perder el gobierno de sus timones golpeándoles contra los arrecifes una y otra vez, hasta que embarcación y /o tripulantes quedan reducidos a la nada.
¿Y aquel caso del yate extranjero que encontrándose muy cerca de la costa fue envuelto por un banco de niebla muy espesa, regresando a la orilla sin uno solo de sus tripulantes, de los cuales jamás se tuvieron noticias?
Los bancos de nieblas dela costa no son de fiar. Especialmente aquellos que aparecen cerca de los arrecifes de Punta Colorada o sobre los mismos.
Dejar que te atrapen mientras se está pescando o introducirte deliberadamente en ellos pueden asegurarte un viaje a lo desconocido...
La historia del Mero es una de esas.
Viejo lobo de mar ya retirado de sus aventuras marinas; una mañana de gélido viento sur bajó a la playa a buscar trozos de maderas y palos para encender un fuego.
En lugar de palos vio cientos de doblones de oro diseminados por toda la costa. Como un loco gritaba y bailaba a saltos mientras se guardaba las monedas en los bolsillos. Toda su vida había esperado encontrar un naufragio con algún tesoro oculto. Y ahora, luego que había dejado su vida de marino, el tesoro se le ofrecía de esa manera regado por toda la playa.
No había duda de que aquél era un regalo que le daba el Destino.
Llenó los bolsillos de sus pantalones así como de su viejo y raído gabán hasta que ya no cabían más monedas dentro de ellos.
Pensó que sería bueno compartir la extraordinaria novedad con sus amigos los pescadores, de modo que se fue a la taberna de Punta Colorada a avisar a los demás parroquianos de lo que allí estaba sucediendo.
Por ser tan temprana hora de la mañana eran muy pocos los pescadores que se encontraban allí, quienes al oír el relato del Mero se precipitaron a la playa .
El áureo tesoro fue disputado por los pescadores que como fieras se arrojaron sobre él.
Pero mirándolo mejor aquellos doblones de oro no eran más que pequeños cantos rodados pulidos por el mar que reflejaban la luz del sol mañanero, dándoles la apariencia de monedas de oro.
Acosado por las burlas de todo calibre, el Mero avergonzado, se retira a su viejo rancho y se recuesta en su catre.
-"Jamás he sido un mentiroso," se decía una y mil veces el anciano,"Ellos sabían que mi palabra es de confiar, ¿Qué fue lo que pasó?".
El maestro de la escuelita del lugar, que también estaba en la taberna esa mañana de domingo, había intentado explicarle que aquello solo era una ilusión óptica, producto de la reflexión de la luz, como es muy frecuente ver en el mar y en los desiertos.
Un profundo dolor en el pecho, como el peso de un adoquín de angustia y de vergüenza le empezaba a molestar.
"El no era un mentiroso, sólo había sido una ilusión óptica ". Se repetía una y mil, el pobre Mero hasta que vencido por la angustia se durmió.
Dos días más tarde, fue el mismo maestro que extrañado por la ausencia del anciano marino en la taberna, lo encontró tieso en su catre, víctima de un ataque cardíaco dos días atrás.
De los bolsillos de su vieja y raída ropa cayeron decenas de monedas de oro macizo. Acuñadas en España en 1720...
Esa misma tarde, luego de darle cristiana sepultura, el maestro se fue de Punta Colorada.. Nunca más volvió por su escuela ni se lo vio por estos pagos.
La historia me la contó un nieto suyo, mientras se bronceaba al sol en la Playa de Punta Colorada.
No podemos hacer consideraciones éticas a los fantasmas, por lo menos a los de Piriápolis. Ellos no son buenos ni malos.
Solamente actúan, juegan, transitan alegremente entre una dimensión y otra haciéndonos de vez en cuando partícipes de sus actividades lúdicas y de sus bromas. Sin que podamos comprender por qué nos pasan esas cosas extrañas.
Los que habitan en los montes de pinos y acacias son diferentes a los de la costa, aunque su personalidad es muy parecida.
Unos minutos antes y unos minutos después del beso entre el sol y la luna; cualquiera que tenga el corazón abierto y el espíritu dispuesto puede percibirlo
En esos escasos minutos mágicos en que los colores y las formas se vuelven tenues, sutiles, abundando los verdes claros, los rosas, los lilas, los tonos ocres. Breves instantes en que las dimensiones varían y las formas se desdibujan: Las copas de los pinos se convierten en las torres de una catedral gótica, las chircas y las acacias en pomposas plantas del jardín de un castillo inglés...
Minutos en que todo se detiene, pasando a integrar parte de un sueño. Un sueño cósmico, que se repite cada día y que sin embargo siempre es diferente.
Es el momento de los trinos, los gorjeos, los susurros.
Es cuando formas, colores, aromas y sonidos se conjugan en la más perfecta sinfonía extraterrena.
Entonces, "ellos" hacen su aparición, a los ojos sensibles y a los espíritus abiertos.
Puedes verlos y oírlos a condición de que les pidas permiso para participar en sus juegos, les ofrezcas un presente porque son muy mimosos y los respetes como a cualquier otro ser de este maravilloso planeta...
Tampoco hay que olvidarse de los que habitan en los antiguos y abandonados hoteles. Estos son de otra categoría.
También a ellos los puedes percibir, pero de diferente manera. Un escalofrío que se propaga vértebra a vértebra o un fuerte golpe en el plexo solar te advierten que estás entrando en su territorio.
Atrapados entre sus muros con miles de historias no resueltas en vida: envidias, ambiciones gigantescas, celos asesinos...
A veces salen en las solitarias noches invernales, en busca de alguien para hacerlo depositario de sus frustraciones y de sus odios.
Pero en realidad a estos no los vamos a nombrar. Son demasiado "humanos" para merecer estar en este lugar
Quien diga que en Piriápolis no hay fantasmas está loco.
En Piriápolis hay más fantasmas que gente.
Comparto con ustedes la primera edición de Solsticio de Verano con la enorme satisfacción que desde el año 2003 me ha proporcionado, hasta el día de hoy-julio de 2010-en que la 5ta edición se está preparando.
ResponderEliminarSolamente me queda agradecer a las miles de personas que ya lo han leído y a los lectores que aún seguirán cautivandose con los misterios
de Piriápolis
Hola desde Libertad te escribo.Compre hace 7 dias tu libro Solsticio de Verano.Ya comence a leer.Promete mucho.Soy maestea jubilada y vivi hermosas experiencias en la Colonia de Vacaciones...experiencias muy comprometedorasy gratificantes como docente. Hoy deseo saber la otra historia de la Colonia.....llena de misterios o del espiritu del gran Visionario que aun ande por alli.Gracias!!!
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